Suelo distinguir y creo que es importante hacerlo, entre la crítica que surge de un juicio de valor previo, ético, político, moral, etc. que provoca un acuerdo o desacuerdo con diferentes opiniones, teorías, dogmas, formas de hacer, de vivir, de pensar o incluso de sentir y el desarrollo del criterio, que si bien puede partir, aunque no necesariamente, de un juicio previo, no tiene por objetivo la confrontación sino el desarrollo y la construcción de un argumento sólido, a favor y/o en contra de algo, con una base firme y fundamentada, que aporta y ofrece una perspectiva que matiza o que distingue y que necesita además, ser escuchado; su intención es de comprensión, de ofrecerla y de recibirla; difícil empresa, cuando se mezclan en su objetivo filias, fobias, deseos, intereses, frustraciones, emociones…
Es decir, que me parece importante incidir en la diferencia fundamental que se da en la intencionalidad, que pasa de una postura de critica que confronta a criterio que comprende, lo otro y al otro, tratando de aceptar las limitaciones, propias y ajenas.
En lo que respecta al desarrollo personal, la psicología y la psicoterapia esto puede ocurrir también con nuestro juez (juicio), crítico interno, cuando no comprende ni resuelve sino que sentencia y ordena, generando una angustia que impide el desarrollo y mantiene el conflicto y que se suma a la vital incertidumbre, que a todos en mayor o en menor medida nos afecta ya en nuestro día a día. Este trabajo de diálogo interior puede trabajarse en psicoterapia; mejorar la relación de uno consigo mismo es fundamental para salir adelante en situaciones complicadas y entender y mejorar también la relación con los demás, desde una actitud menos de crítica y más de criterio. Menos de juicio y más de comprensión.